sábado, 12 de mayo de 2012

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Tus melodías tan solo son espinas retorcidas en mis vertebras. No quiero oírte, no quiero, no puedo, no debo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Y si aquí ha terminado algún día deberé volver a verte, a buscar mi corazón..

domingo, 6 de mayo de 2012

Lo apuesto todo a un siempre.


Era como una ruleta rusa, de esas que si caes en el número correcto te lo llevas todo, pero, si la pequeña bola decide caer en otro lado, te quedas sin nada. La única diferencia es que nuestra ruleta la podíamos controlar. Podíamos decidir donde debía de caer la bola, si queríamos, esta podía girar sin control, dando vueltas sin parar, jugando a encontrarse y a esconderse de ese número deseado. Pero a su contra, podíamos hacer que la bola caminara lenta, parándose en otro número que no fuese 13cayendo y rescatándose, como lo hizo nuestro corazón. 
De esta ruleta de la que yo, y nosotros, teníamos el control había aprendido a que, esa bola tan solo se movía con al fuerza de nuestros actos, de nuestras palabras, de las ganas que hubiéramos de seguir hacía adelante. Se movía y podía parar, pero aquí estábamos tu y yo, dándole un empujón para que cayera justamente donde nosotros queríamos, ni un milímetro mas ni uno menos. En el centro. Alejada de todas comisuras por donde pudiera caer, alejada de los precipicios que creaban las distancias, como la mano, recuerdas. 
Esta ruleta cada vez cogía mas impulso, como si de repente, nuestras alas volaran por si solas, unidas, hacía la luna, nuestra luna. Cada vez, la ruleta, estaba mas cerca de el límite que propusimos, ninguno. Querernos sin cesar, sin miedo o exterminando los miedos del otro. Cada vez era mas libre y a su vez mas dependiente de nuestras fuerzas. Y daba miedo, creerme, daba miedo. La veías rodar locamente, como quien decide escaparse hasta el fin del mundo siguiendo los latidos del corazón del otro. Daba miedo, por que llegaba a alcanzar velocidades que ni yo misma creía que existiese. Iba tan rápido que me daba fuerzas para seguir viendo tu sonrisa día a día, 1 2 3, las horas que sean. 
Y era cierto, cada latigazo que me había dado esa humilde ruleta, tan solo había sido un golpe dado por mi impulso y sí, he aprendido a que la bola vaya rápido, a que no cese, a que crezca la velocidad, a que se me escapen las lagrimas al no creerme todo esto, a sentirme grande a tu lado, a crecer junto a ti.

Yo no cambio mi apuesta. Aposte por un número, por un all in, y sigo en ello.