Querido diario,
Hace mucho tiempo que no t(m)e escribo. Lo cierto es que de algún modo mis letras siempre tienen destinatario y código postal. No esperan respuesta o la esperan más de lo que se niegan a admitir.
Hoy me escribo a mi con la única finalidad de recordarme que el camino que uno escoge siempre es el mejor. Independientemente de los socavones que nos obligan a pensar demasiadas veces en todo aquello que dejamos escapar, que abandonamos, que decidimos dejar atrás y que de alguna manera nos define. Me gusta pensar que todo aquello que ya no está, permanece; que una parte de nuestra esencia flotará en el aire, siempre. Y así, de este modo, el camino es menos arduo.
Hoy me escribo para recordarme que encontrarse a uno mismo no debería ser una meta, sino un proceso. Ahora, después de tanto tiempo sin mí, contigo o con alguien; necesito buscarme entre las sonrisas de mis amigos, entre los abrazos cálidos de los míos, en medio de los árboles mientras me absorbe su presencia o en las lágrimas del cielo cuando llora descosido por todo aquello que ha callado.
Hoy me escribo porque en lo que dura un trayecto de taxi entendí más que en todos los minutos que llevo de existencia. Aprendí, así, de golpe y sin graduación, que el perdón, la flexibilidad y la falta de rencor deberían estar a la orden del día; y que antes de que sea tarde uno debe sentarse a querer, a quererse, a querer ser la persona con la que siempre ha soñado. Y aquí, hoy, me recuerdo en que punto estoy de todo esto.
Y ahora, me escribo para remarcar todo aquello que jamás pensé que conseguiría. Me han roto el corazón en doscientos mil pedazos, dejándolo deshecho y sin instrucciones de reparación, y he sobrevivido, de hecho aun sigo haciéndolo. He intentado paliar el dolor con labios ajenos a los que he decidido decir adiós; he sobrellevado las sacudidas parentales más dolorosas y las he matizado con lágrimas secas y puños al aire, a la nada y a todo aquello que nunca querré.
Por último, me escribo para sentenciar mis actos si es que alguna vez se repiten. No volveré a perderme por nadie, no olvidaré de donde vengo ni esconderé mi alma por miedo a que me la hagan pequeña, inmutable y marchita. No apostaré hasta el último de mis ahorros en personas que no se quedan, ni quemaré todos los cartuchos por un amor. No lloraré por todo aquello que no tengo por ley, aunque lo merezca. No pensaré en el porque de muchas cosas, ni me atormentaré por no tener(te).
Y ahora sí, recuerda donde vas, la gente que quieres a tu lado y la vida que quieres llevar, siempre, como objetivo, como meta, como inspiración.
Recuérdate a ti, y no tardes tanto en volver a escribir(te).