Eramos como dos coches a los que les han cortado los frenos, que resbalan con el aceite de su propio motor. Eramos dos polos opuestos que se atraían como imanes. Eramos el aire del otro y los latidos más intensos.
Eramos uno, aun que la mitad muchas veces. Eramos cal y arena, sol y luna, aun que apostábamos por el crepúsculo.
Eramos un circo y de repente una reunión de negocios. Eramos la felicidad y los celos en cada esquina. El norte y el descontrolado sur. Eramos el riesgo junto a la prudencia. Eramos el miedo a la soledad o la caída de este imperio. Eramos el frío en el mes de agosto o las flores marchitas en primavera.
Eramos las lágrimas que negábamos llorar, pero que quedaban atrapadas en la almohada. Eramos el perdón, la cura, el antídoto del otro.
Eramos más que una nicotina, que un vicio o una costumbre, eramos siempre, y algo que no se puedo destruir.
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