miércoles, 2 de octubre de 2013

Me tiene atada a su cintura.

Des de que lo vi y nuestras miradas cruzaron el límite de lo infranqueable supe, en ese mismo instante, que su sonrisa debía ser mía. Había vuelto a latir, de repente todo volvía a girar, haciéndome sentir inexperta, frágil, primeriza... Llámalo como quieras, pero me tenía atada a su cintura.

Hubiera besado todas y cada una de sus cicatrices hasta desgastarme la comisura de los labios, hubiera vigilado sus mejillas rojas hasta el atardecer, hubiera jugadocon esos labios que reclamaban, a mil voces, ser surcados por los míos. Pero tus pupilas cambiaron de dirección tan pronto como el invierno llego a nuestras poesías. El frío se había colado en tus gestos haciéndome sentir cada vez más pequeña, más de lo que ya soy a tu lado... Me habías destrozado como hacía tiempo que nadie hacía, y eso, al fin y al cabo, me hacía sentir viva...

Cuanto hubiera dado por esperarte otro medio día, por tomarnos un café en la terraza de ese bar, pero ya ves, estamos destinados a alejarnos, pues seríamos una bomba de relojería a toda presión, aire comprimido, el más erótico de los desnudos, serías tu bajo la luz de mi lengua sobre la esquina de tu mundo y quien sabe si sobre la de tu corazón.

Ahora, ahora que me tienes atada a tu cintura, ahora soy tuya.

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