martes, 26 de marzo de 2013

20-25, 50-55.

Se ha vuelto un vicio eso de esperarte cada mañana entre las 11 y las 12 sentada en mi terraza, con un libro en la mano, observando cada 20 minutos a ver si bajas de ese autobús que viene de la carretera para volverse a ir.
Siento descargas de decepción, de mentiras, incluso de estupidez cada vez que veo como alguien con tu mismo pelo, tus mismas piernas y la manera que tienes de hacerlas andar da un saltito sobre la calle y empieza a caminar hacía esa casa donde yo no estoy y tu no eres.
Pero que se la va hacer, yo aprendo a vivir sin ti, y tu aprendes a vivir con ella. Supongo que era lo que necesitábamos todos. Tu un motivo por el cual marcharte y yo otro para preguntarte "qué sientes ahora".
Al fin y al cabo lo que aprendí contigo se quedará para siempre entre estación y estación, huérfanos esperando el calor de un abrazo, un abrazo que si a mi no me dieron yo no puedo dar.

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