Vamos a saciar el vicio de mordernos la piel, de que nuestros poros sean uno. Esconde la ropa bajo la cama que nos falta sitio para pasar este maremoto. Suspira en el óvulo de mi oído, haz que me pierda entre las sábanas. Búscame en tu ombligo pero no esperes dar conmigo.
Acuérdate de la hora, pues para mi el reloj se paro justo en el momento en que me vi desnuda en tus pupilas, tan negras como la noche en la que nos volvimos amantes de las estrellas y del éxtasis que están traen. O quizás ellas son sólo el público de este festín, de este teatro de gemidos que no dejan descansar a los vecinos.
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