lunes, 21 de marzo de 2016

Hay errores que sólo te acercan un poco más a aquello que deseas.

Supongamos que te echo de menos, que las noches sin ti son una garantía de insomnio y los sueños un manojo de recuerdos revueltos. Supongamos que aún te espero a pesar de que hayas decidido besar otros puntos cardinales, otros labios; a pesar de que las manecillas del reloj me ardan a cada minuto, a cada hora, a cada día sin ti. Supongamos que cada vez que llueve te imagino tomando café entre risas, y es que estos días hay demasiado aguacero; o enredado en las sábanas que solíamos conquistar con cada sacudida, con cada sonrisa a media luz. Supongamos que no hubo error alguno, que tan solo necesitaba de tus letras una vez más para alimenta mis esperanzas que se encontraban ya bajo cero, para creer que el tiempo que necesitábamos había llegado ya a su fin, que aún había algo por lo que luchar a pie de cañón. Supongamos que estoy pidiendo a gritos, aunque muy bajito y a media voz, que vuelvas, que me mires y me prometas que todas las promesas que hicimos en esos momentos estaban predestinadas a romperse en cuanto nos diéramos la vuelta. Que no fue por nosotros, que fue por mi, por ti, por todo aquello que no supimos contener entra las yemas de los dedos, por todo aquello que se nos escurrió por querernos demasiado. 

Y verás, si suponemos que aún te quiero, que estaría dispuesta a equivocarme las veces que hiciesen falta para verte de nuevo aquí, delante de mi abrazándome mientras decidimos que película ver, no estaríamos suponiendo nada. 

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