Hay contratos que no se escriben en hojas, que se firman con miradas y se sellan entre caricias. Nadie puede avalar la calidad de este, ni si quiera el tiempo que estará vigente; pero que más da, para eso están. Para poder perder la cuenta de el día en que decidiste tirarte a la piscina, así, tal cual, con las manos en el bolsillo y el corazón en un puño. No se qué va a ser de mi ni de todos esos miedos que he alimentado a consciencia, dónde voy a dejarlos si no es bajo tu ombligo; y no es que quiera desviarme del tema pero... que cintura. Creo que mi mente nunca había viajado tantas veces a unos labios húmedos, fríos y gruesos. Mis piernas sólo sabían bailar el compás de tus caderas, al ritmo de tus quejidos y de todos aquellos poros que se habían quedado demasiado abiertos como para producir sensación alguna. Lo cierto es que me matan las ganas de explotarte mi deseo en la boca, que me muerdas todos los puntos cardinales dejándome aturdida y desorientada en tu cama, que me ates las premisas al cabezal de las torturas. Y aunque sólo sea una noche, mejor que lo hagamos con la luz de la mesita encendida para vernos el infinito en las pupilas, las galaxias en los pezones y toda la vida que lleva el agua entre mi humedad.
sábado, 24 de octubre de 2015
miércoles, 14 de octubre de 2015
Selaimut.
El café de ayer me supo a miedo diluido. Entre los sorbos se colaba la esperanza que quedaba amarrada en mis dientes bañados por lo que un día fueron tus labios. Verte ahí, bajo el paraguas mirando el reloj, cronometrándome por si había sido demasiado impuntual hizo que se me erizaran todos los poros y dejara de respirar por una centésima de segundo.
Tus ojos parecían mirarme con una plegaría de clemencia que yo evitaba para no sentirme tan culpable. ¿Dónde quedó todo eso?¿Dónde quedaron las ganas locas de hacernos el amor sobre la mesa tras tirar todos los sobres de azúcar?¿Dónde decidí alojar mi valentía y tus te quiero?¿En que momento le abrimos la puerta al miedo y le dejamos pasar sin hora de vuelta?
Es cierto que cuanto más te pienso, más punzante es el latido de mi corazón, más notables son los "y si" que se clavan en mi garganta como disculpas amontonadas en mi lengua. Cuanto más te veo, más difícil es saber si volví a hacer lo correcto, si podría haber evitado las lágrimas que surcaron tus mejillas por las noches, si no hubiera sido mejor una alianza entre las sábanas...
Alguien me dijo una vez que el dolor es el precio a pagar por estar vivos, por haber sentido una sobredosis de felicidad en vena, por haber amado incondicionalmente, por haber navegado en mares revueltos de quejas y deseos. Lo cierto es que cuando te miro una parte de mi se arrodilla pidiendo un abrazo que me recuerde porqué tú y porqué yo; porqué no mejor dos motas flotando, fluyendo ante la inmensidad que les rodea. Pero luego me veo bailando en tu cintura, escalando sobre tu espalda, recorriendo caminos aún vírgenes y siento que no puedo arrepentirme de nada. Pues tu me has hecho ser quien soy ahora, otra luz en busca de la aurora.
Pd. A una persona especial.
lunes, 8 de junio de 2015
El amor, como todo, es algo de dos.
No és senzill saber cap on has de marxar, pren la direcció del teu cor!
jueves, 7 de mayo de 2015
La luna vuelve a ser creciente.
Creo que todos tenemos la estúpida costumbre de volver al punto donde nos perdimos, de mirar a unos ojos que ya nos sacudieron otras veces cual huracanes hambrientos. Todos, incluso yo, tenemos la manía persecutoria de abrirnos las heridas que ya sanaron para ver si fueron reales, buscamos esas palabras que nos sirvieron como antídoto para vertirlas en los surcos de nuestros miedos.
Y verás, justo cuando ya creía que no iba a volver a verte te me apareces como si nada, te cuelas por mis sábanas esta noche de lluvia como un perfecto desconocido que parece saberlo todo de mi. Apareces con unos ojos que ya me habían prometido venganza antes de irse, y yo recayendo en mis costumbres, deseo bañarme en ellos aunque sea sólo una noche, a escondidas de ti y del mundo.
Lo cierto es que aún espero que un día ices la bandera blanca, poder bajar el escudo trinchado de tantas balas disparadas a ciegas con el único objetivo de arrasar con lo que tienen delante.
Y verás, justo cuando ya creía que no iba a volver a verte te me apareces como si nada, te cuelas por mis sábanas esta noche de lluvia como un perfecto desconocido que parece saberlo todo de mi. Apareces con unos ojos que ya me habían prometido venganza antes de irse, y yo recayendo en mis costumbres, deseo bañarme en ellos aunque sea sólo una noche, a escondidas de ti y del mundo.
Lo cierto es que aún espero que un día ices la bandera blanca, poder bajar el escudo trinchado de tantas balas disparadas a ciegas con el único objetivo de arrasar con lo que tienen delante.
Pétalos.
Creo que lo que me resquebrajó el alma en cientos de recuerdos fue verlo sin más, inerte y frío. Sus ojos parecían dos oscuras fosas sin esperanza alguna, de hecho, te animaban a tirarte por el hueco de sus miedos para quedarte atrapada y sin salida alguna. Su mirada era un encierro de palabras muertas, de promesas caídas en la primera línea de batalla y yo lo miraba así, perdida en los nudos de su pelo como si no hubiera mejor espera que esperarle hasta la muerte.
Creo que lo que me desbordó el alma fue verlo tan entero, tan lleno de vida y tan harmonioso como las palabras que salieron de mi boca antes de marcharme con el tiempo en la garganta. Tiempo. Tiempo que no necesitó para recomponer su corazón de lo que había sido, según sus lágrimas desechas y derrotadas en la almohada, lo mejor de tantos meses. Que tan rápido le había desaparecido la angustia que decía sentir encerrada cual preso en el pecho, que efímero fue el recuerdo de mi piel rozando cada uno de tus huecos, que fácil ha sido reemplazarme y que ingenua fui si creí que había amor.
A veces las flores dicen más que las palabras.
Creo que lo que me desbordó el alma fue verlo tan entero, tan lleno de vida y tan harmonioso como las palabras que salieron de mi boca antes de marcharme con el tiempo en la garganta. Tiempo. Tiempo que no necesitó para recomponer su corazón de lo que había sido, según sus lágrimas desechas y derrotadas en la almohada, lo mejor de tantos meses. Que tan rápido le había desaparecido la angustia que decía sentir encerrada cual preso en el pecho, que efímero fue el recuerdo de mi piel rozando cada uno de tus huecos, que fácil ha sido reemplazarme y que ingenua fui si creí que había amor.
A veces las flores dicen más que las palabras.
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