- Ven aquí!
- No puedo...
- ¿Pero por qué? Yo te quiero.
- Ya lo sé, y siento mucho no quererte también.
- Hazlo!
- No es tan fácil...
- Con él pudiste y ni siquiera os habías besado.
- Él me enamoraba con cada mirada, me elevaba hasta el cielo con el roce de sus dedos. Él sabía, que palabra usar, siempre. Él conseguía que le echase de menos a cada instante que no estaba a mi lado, y se colaba en todo y cada uno de mis sueños. Sus ojos buscaban los míos siempre, lloviera o hiciese sol. Él lo sabía todo sobre mi sin que yo se lo hubiera contado, nos comunicábamos con la mente, como en las películas. Yo sabía exactamente que estaba pensando él, incluso aunque no me estuviese mirando. Todas las canciones me recordaban a él, todos los actores parecían tener su misma mirada. Nuestro amor era como una camiseta de esas que tienes des de que eras niño, y que ha crecido contigo. Que es justo de tu talla, ni grande, ni pequeña. Que tiene un olor familiar para ti, con el que te sientes protegido. Sus pupilas bailaban con las mías varias veces al día, y a veces su recuerdo se gravaba fuertemente en mi retina y costaba el resto del día que se fuera de allí. Él sabía perfectamente a que estábamos jugando, y nunca se echó para atrás. Grabó su nombre a fuego lento en mi corazón, me tatuó sus iniciales en el alma y se aseguró de que nunca pudiera olvidarle.
- Exagerada! Pero si ni siquiera te dijo nunca que te quería. Yo, en cambio, soy mejor partido; te conozco mucho mejor que él.
- Tú has leído un capitulo; él escribió toda la historia.
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