El arte de dibujar oleadas de sudor en tu piel con un solo movimiento, las ganas convertidas en rocío que caen por todo lo largo de tu espalda.
Los ojos clavados a tu dos pupilas dilatadas por la adrenalina, agarrarte por la nuca mientras me acerco a tu cuello y por un momentos, deslizarme por tu cintura hasta rencontrar el sentido.
Esconderme de tu sonrisa torcida y jugar a quemar tu piel con la mía. Provocar quemaduras de segundo grado como quien tiene la facilidad de conseguir dos mil sonrisas por segundo. Perder el control entre tu ombligo y tu rodilla, y por un momento, perder la noción del tiempo.
Y lo dicho, no espero velas, sólo que me demuestres, en largas carreras, cuanto me deseas.
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