Hoy hemos decido no tener en cuenta el destino, usar el carpe diem como forma de vida, escuchar los latidos de tu corazón como si fuera la única sinfonía en esta obra, por que sabes de sobras que vivimos en un teatro. Un teatro donde cada uno tiene su papel, y el mio, aquí, es amarte.
Cuando se apagan las luces y las butacas están vacías solo siento tu respirar, en la distancia, a ciento de kilómetros de mis labios y es entonces cuando recuerdo que el corazón perdona en medida de lo que ama, o eso decía mi guión que debía pensar. Eso decía hasta que de repente te haces entre el telón y me buscas con tus palabras los ojos, mientras creas operas con tus pasos que van viniendo hacía mi y me miras, y sonríes y me hablas del beatus ille que tu y yo no tenemos por culpa de las vías del tren. Y mi personaje cae en la oscura sala de nuevo y recuerda que la vida es un teatro, y que si no luchas por salir entre acto y acto a cumplir tus sueños, te quedas atrás, presa del miedo y del amor que se te escurre.
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