Soñabas, y me hacías soñar, contigo, conmigo, con nosotros, con el fuego que sale de nuestros cuerpos cuando se funden, con el sudor que cae de tu frente al arañar tus vertebras con locura.
Y por unos minutos, eras capaz de hacer que me olvide de la distancia, de los kilómetros y de las horas; y que, recuerde que el tiempo no tendrá tiempo a pasar por nuestras pupilas porque antes ya estaremos con los labios cosidos.
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