lunes, 5 de septiembre de 2011

Los pecados compartidos existen!


Y te disfrazaste de mí, al igual que yo de ti, y sentí como ya no había vuelta atrás, como ese día marcaría mi vida para siempre. Por unos minutos mi corazón dejo de latir al ritmo matutino para bombear sin control, mis piernas dejaron de andar para acunar, mi cabeza dejo de pensar y mi cuerpo se sintió libre, tan libre como un águila en una perfecta valle.
Fue un impulso, una dosis de valentía, una descarga de adrenalina, un juego de dos luchadores que ganan la partida. Y no sé si fue por la mezcla de éxtasis con placer o el hecho de que tu única prenda de ropa fuera el sudor pero estremecí, estremecí de una manera nueva y agradable. 
Sé que no fue fácil eso de arder juntos, de que la llama que creemos nos invadiera en unas milésimas de segundo, pero quien algo quiere algo le cuesta, y no sabes cuánto te deseaba a poca luz… 
Así que ahora era tuya, de todas maneras antes ya lo era, pero ahora, tu nombre estaba escrito en mayúsculas en alguna parte de mi cuerpo, así que puedes intentar encontrarlo cuando quieras. 

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