Su ropa estaba húmeda, la lluvia la había traspasado hasta llegar a su piel, quizás, hasta llegarle corazón.
Había un precioso silencio, que sólo era roto por el ruido que emitían las gotas al chocar con el suelo. Cada pequeña gota era un gran sueño, una esperanza, un deseo, quizás un beso, que más da, fueran lo que fueran aquellas gotas, todas terminaban rotas sobre la calle.
Puede que la gota que le rozara el corazón estuviera impregnada de pasión, de confianza, de sinceridad... Y antes de que terminara la tempestad me agarró con sus manos firmes y seguras y me llevo bajo la lluvia.
Sentí todas y cada una de esas gotas bajando por mi cuerpo, escalando mis cabellos, tiñendo mis labios; sentí como me abrazaba para que no tuviera frío y cuando mi cuerpo se empezaba a acostumbrar a sus dulces caricias paro en seco y me miró.
- Me quieres? - preguntó con una voz firme, una voz que busca una respuesta clara, una voz fuerte, llena de armonía, de calor.
Y no respondí, por que no, no le quería. El sentimiento de querer a alguien lo había dejado atrás hace mucho tiempo, querer a alguien es precioso, pero amar a alguien es algo diferente.
Cuando amas ya no existe un "yo", la palabra "nosotros" está presente día a día en tu vocabulario. Cuando amas el miedo se acentúa, crecer por segundos. Cuando amas necesitas su sonrisa más que el aire. Cuando amas, sólo lo haces una vez y sin miedo a equivocarte.
Así que le miré lo más segura que pude e intente que mis palabras sonaran fuertes y llenas de vida y sinceridad.
- No, no te quiero. Eso dejé de hacerlo hace tiempo. - la lluvia seguía cayendo a nuestro alrededor, marcaba todo lo que pisaba con su sombra, ella seguía calándonos con sueños, con temores y miedos y con sonrisas de media tarde.
Entonces saqué la voz del corazón y dije lo que nunca creía que escucharía de mis labios.
- Te amo! Y te lo repetiría mil veces si fuera necesario, te amo, te amo, te amo y te amo mi vida.
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