jueves, 8 de noviembre de 2012

No pain, no gain.

Tenía las manos ásperas y su piel dibujaba cortezas de árbol en todos sus nudillos, sin embargo, una de sus caricias era puro terciopelo.
Su sonrisa parecía uno de los tapices más limpios y conservados de la historia, no sabía porque, pero cuando sonreías a mi se me encogía el alma hasta tornarse pequeña, de la medida justa para que pudieras engullirla.
Tus palabras eran frías, distantes, cortantes sobre el aire, rotas en mil pedazos sobre tus pies, que también eran los míos; pero muchas veces se trataba de eso, era nuestro código de amor. 
Se trataba de doler, de hacer daño, de ll(amarnos) de todas las palabras dichas y por haber; para que luego tu terciopelo se escurriera entre mis mejillas.

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