Sabía que iba a ser un fin de semana abochornarte. Para empezar, debía quedarme en casa resumiendo a Tales de Milet, a Fernando de Rojas, El conde de Monte Cristo... Debía sintetizar bien lo que explicaban, al igual que cuando escribo sobre ti, que intento ordenarlo todo lo mejor posible, pero llega un momento en el que pierdo el norte recordándote.
Se que estos días me van a doler, y no porque Fernando de Rojas decidiera inventarse que se había encontrado un fragmento de la Celestina en un rincón deshabitado, ni porque Tales creyera que todo era agua, o fuerza o yo que se que más... Si no porque entre palabra y palabra te iba a echar de menos.
Iba a consumirte como los vocablos al paso del aire, iba a jugar a que haría si tuviera fuerzas, iba a esperar el único contacto vital de ti como si fueras barco en este enorme mar.
Y sentía como me cortaban por dentro tus palabras, pero también tu silencio. Tu presencia y tu ausencia. Tu ahora y de repente.
Y es que no me preguntes porque pero empezaba a rompérseme el alma cada vez que leía nuestras palabras..
Que me coma el mundo si juro jamás olvidarte, pase lo que pase. Que me trague la tierra si miento cuando digo que serás tú hasta que esto se esfume y aprende a seguir, aprende por que yo me prometo hacerlo. Y prometo no olvidar mi sonrisa, que al fin y al cabo, es tuya.
Que me coma el mundo si lo último que te digo es que te quiero.
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