Apareciste como si todo, como si nada. Llenando los rincones más vacíos, haciéndome buscar entre esos cajones que un día fueron nuestros y de repente desaparecieron.
Apareciste con tu sonrisa, aunque incluso sin ella hubieras conseguido la mía. Y es que me hacías sonreír, sin más, sin menos.
Y de repente parecía algo nuevo, algo blanco, algo puro, algo loco, sin compromisos de ningún tipo, solo el de ser el uno para el otro. Como si de repente me hicieras ver el vaso medio lleno y prometieras que en segundos caería todo el agua a nuestro alrededor, mojándonos, haciéndonos simples antes la existencia de ser, no lo se, tenías esa capacidad de volverme tuya, tan tuya...
Lo dije una vez, el corazón perdona en medida de lo que ama.
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