miércoles, 14 de diciembre de 2011

23:38 pm

A veces, sin querer, me torno frágil, demasiado frágil. No me gusta, por que es como sujetar con fuerza un cristal, provocando así, que se rompa en mil pedazos.
Y es entonces, cuando sin querer también, se me escurre la voz entre los pasillos de esa casa pequeña donde un día comimos juntos. 
La calle se vuelve una atracción turística para el que necesita salir, para mí; y me pregunto una tras otra vez, cual ha sido el detonante esta vez, de la perdida de un te quiero. 



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