viernes, 30 de diciembre de 2011

Llevarme el aroma de tu cuerpo en mi garganta.

El cielo se ha sucumbido a las sabanas de tu habitación, la luz del sol se ha apagado para nosotros esta tarde, las estrellas han iluminado el camino al éxtasis y tu, tu me has prestado las alas para rozar las copas de los arboles.
Es difícil describir tu sonrisa; puede que sea por la falta de luz o por la perdida total de mis sentidos. Era una sonrisa torcida, casi rota y allí, donde empezaba a resquebrajarse, se encontraba tu lengua que iba dejando, por allí por donde pasaba, un rocío sobre mi piel.
Me envolvían las ganas de crear un temporal de sudor sobre tus lienzos y, de no dejar que llegara la calma. Y me daba cuenta que necesitaba tu vello erizado enredado en las yemas de mis dedos, tu calor y tu saliva sobre la punta de mi areola.
Y no, no me imagino formando este ciclón de sensaciones con nadie más que no tenga unos ojos tan deslumbrantes a poca luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario