Lo último que me contaron de ella es que se había rasgado la sonrisa para intentar hacerla más grande, a pesar del dolor y de la falta de alcohol. Nadie sabe de ella des de que decidió marcharse con la nieve y todos los recuerdos que esta no le llevaba. Dejó un camino echo de huellas tan perfecto.. Deberíais haberlo visto. Era como un vals reflejado en el suelo, una libertad impresa en las suelas, era ella y todo lo que no era el.
Todo el mundo se preguntaba por donde andarían hoy sus mejillas rosadas, pálidas por el frío de su interior, supurantes por las heridas que llevaba en su espalda cubierta con un trocito de esperanza para que no se vieran mucho. Y nadie contestaba.. Era un enigma a voces en el viento que jamás rozaría su pelo, quizás, para que me entendáis, un mapa mal enterrado, como las voces que ahogaba su sufrimiento. Ese al cual ya se había acostumbrado. Vivía con él, le acunaba por la tardes de sosiego donde no paraba de mirar por la ventana a ver si habías encontrado ya el camino de nostalgia que te había dejado. Le abrazaba cuando tu ausencia se hacía demasiado presente y le recordaba, al oído y en silencio, que tenía un mundo lleno de luces a su alrededor. Recuerdo también, que me dijo que ella no quería luces si no estaba la luna. Pero lo que ella no sabía es que la luna siempre iba a estar allí, alumbrándola, aun que bailará con cientos de estrellas nunca se iba a ir. Aun que miles de astronautas rozarán sus cráteres como lo hicieron con los pliegues de tus labios, nunca se iba a ir, a no ser, que a ella le doliera demasiado eso de que estuviera a billones años luz.
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