domingo, 17 de febrero de 2013

No podría con otro que no llevará tu nombre.

A que esperas para marcar tus labios en mi piel? Para morderme la clavícula hasta desgarrarme los huesos. Cuánto tardarás en atarme con las palabras que ya no prometemos al cabezal mientras juegas a resquebrajar mis fuerzas? Pues verás sigo a la espera de las caricias que pintaban tus dedos en mi nuca, esa por la cual recorrían escalofríos después de que besaras cada centímetro cúbico de mi cuerpo. Ven, ven aquí para que mientras tapo tus pupilas con mis suspiros pueda morder el tiempo que nos separa, inmortalizarlo  aunque sea un minuto y gritarle que lo que más me gusta es el sabor que desprenden tus sonrisas torcidas. Y es que verás, la luz de tu mesita alumbra lo suficiente como para ver el placer en tu pecho, el sexo en tu boca y las ganas de saciar el dolor con arañazos en la espalda. No es mi culpa eso de morderme el labio al pensarte, de inventarme mil mentiras para rozar al unísono de nuevo la luna que ya antes habíamos tocado. Y si es así, me considero culpable de haber probado tu lujuria y haberme vuelto adicta a la saliva de tus dedos.


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