Si vives conmigo entenderás que soy capaz de encontrar todos los versos que desordeno en cada punta de tu pelo, que odio que me despierte la luz del sol antes que tus labios se posen en mi frente, que me gusta demasiado no hacer nada mientras te hago todo lo que quieres hipnotizada por esas pupilas demasiados grandes que son capaces de reflejar mi silencio.
No hace falta que te explique entre susurros que soy adicta a comer a las cuatro de la tarde si llevamos des de las doce haciendo el amor, o lo que no es el amor. Y es que tu y yo nos encontramos así, cuando perdidos estamos, entre las piernas que tiritan por el placer desmesurado que provoca tu respiración sobre cada centímetro cúbico que ocupa mi piel reposada en tu almohada. Que delicia me decías mientras me amabas. Cuanto nos prometíamos, cuantos sueños airados, cuantos momentos a los que les faltaba cordura guardo hoy en mi pequeña mitad. Recuerda que la otra te la llevaste aunque fuera yo quien decidiera irme, y regalártela.
Sólo si vives conmigo entenderás que soy capaz de comerte la sonrisa, de luchar para que después de una discusión preparemos un campo de batalla mejor. Sólo si estás, aun que no sea justo ahora y quizás dentro de demasiado tiempo, entenderás que lo mejor de pasar una (o dos) eternidad conmigo es que no habrá tiempo para utilizar la cama como nube de sueños.
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