Si pudiera escribir, aquí, en tu espalda o en todos los pliegues de tu sonrisa lo que había deseado para este año, nuestro año, te quedarías con los labios tatuados de promesas y recuerdos, de frío, de miedo.
Si retrocediera, tan solo un día atrás, no hubiera dudado en decirte que vinieras, que cambiaras todos tus planes, que yo haría lo mismo, que lo haría por ti.
Pero un loco borracho, borracho de amor, me dijo que no aprovechaba los segundos de mi vida, que tras contarlos los iba tachando poco a poco, desmereciendo así, las oportunidades que estos me daban. Yo, y tu, y todo lo que somo yo y tu, eramos conscientes de que tenía razón. Que borracho miente bajo la luz de esa luna, un poco menos llena, por habérnosla comido a besos, a pequeños y largos besos, hacía tan solo un camino con muchos arboles y poca luz y piedras y cajas.
Como explicarte que si fueran las 23 y 59 del día anterior, del año anterior, te hubiera besado haciendo una calcamonia de tus labios sobre mi piel, como muestra de una eternidad eterna. De un miedo demasiado grande que ya no podía detener.
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